"La convivencia de las oligarquías política y financiera
Todo el gigantesco y corrupto tinglado político de España se mantiene solo gracias a la ayuda a la banca. En 12 meses, los extranjeros han reducido en 100.000 millones su tenencia de deuda española, que es ya inferior a los 190.000 millones. ¿Por qué no se frena ese círculo vicioso? Muy simple: la casta política y, sobre todo, las comunidades autónomas necesitan a la banca, porque no se pueden financiar ya que tienen los mercados cerrados. Esta convivencia oligarquía política-oligarquía financiera llega a límites tan inauditos como colocar a los grandes banqueros por encima de la Ley, algo sin parangón en el mundo civilizado y que hace palmaria la carencia democrática que sufre España.
Ante tanto escándalo y tan poco Estado de derecho, no sorprende que la gente salga a la calle y proteste y grite y se organice para hacer frente a esta estafa organizada entre el sector financiero y el político, que solamente está autoalimentando estructuras corruptas y aboca a la clase media a ser cada vez más pobre ...."
(Fragmento del articulo publicado el 3/10/12 en EL CONFIDENCIAL -"Los bancos deben pagar su crisis." autores Roberto Centeno y Stefanie Mueller.)
** Soy un EMPRESARIO JUBILADO que me limito al ARCHIVO de lo que me voy encontrando "EN LA NUBE" y me parece interesante. **
** Lo intento hacer de una forma ordenada/organizada mediante los blogs gratuitos de Blogger. **
** Utilizo el sistema COPIAR/PEGAR, luego lo archivo. ( Solo lo INTERESANTE, según mi criterio). **
** Tengo una serie de familiares/ amigos/ conocidos (yo le llamo "LA PEÑA") que me animan a que se los archive para leerlo ellos después. **
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“¿Tú sabes cómo hizo Adolfo Suárez para lograr que las Cortes franquistas votasen su disolución?” La anécdota me la cuenta un veterano periodista. Dice que se la explicó el propio Suárez, en una cena privada, años atrás. “Se puso de acuerdo con varias embajadas, con la de Estados Unidos, la de Reino Unido, la de Israel… Les pasó una lista de los procuradores en Cortes más difíciles de convencer, los más duros, los que podían arrastrar al resto. Los embajadores les fueron invitando a viajes con su familia en el extranjero para conseguir que ninguno de ellos estuviese en el Parlamento el día en que Suárez planeaba convocar la votación. Lo consiguió. Casi todos picaron y se fueron de viaje. La ley para la reforma política salió adelante por mayoría, pero hubo unos cuantos procuradores que no llegaron a votar”.
La anécdota probablemente sea buena. No la he podido comprobar, pero es verdad que hubo un importante número de procuradores franquistas que no estaba en las Cortes aquel día; solo votó el 77%, según el boletín de las Cortes. Sea cierta esta historia, sea una exageración de Suárez o del periodista que me la contó, define a la perfección el mito de la Transición (sin pecado concebida): cómo España logró, contra pronóstico y por una suerte de batallitas, hazañas y heroicidades, pasar de la dictadura a la democracia por consenso y sin violencia.
El mito fundacional es falso por dos razones: porque hubo violencia, y mucha: más de 700 muertos, como recuerda en esta misma revista Ignacio Sánchez-Cuenca. Y porque lo verdaderamente inusual habría sido que España hubiese continuado siendo por mucho más tiempo una dictadura, la única de su tiempo en toda Europa occidental. ¿De verdad el rey Juan Carlos y el resto de los protagonistas de la transición tenían otra opción que transformar ese régimen caduco y anacrónico en una democracia europea más o menos como las demás? ¿Realmente había otra alternativa para las élites españolas cuando incluso Portugal había llegado a la democracia, en condiciones mucho más difíciles y con una economía menos desarrollada? ¿En serio hay que agradecer al rey que no se sumase al golpe de Estado del 23-F que, con sus desprecios a Suárez, había contribuido a engordar? ¿Es el modelo político, económico y cultural que parió aquella Transición el fin de la historia? ¿No hay nada más? ¿Acaso la Constitución bajó en unas tablas del monte Sinaí y es un texto sagrado que solo se puede tocar cuando lo ordena el BCE?
Aquel sistema democrático que nació de la Transición ha sido un éxito para España. Pese a sus muchos defectos, pese a la crisis actual, las tres décadas que vinieron después son, de largo, el periodo más próspero de nuestra historia. España no es lo que era, en la mayor parte de los casos para mejor. Incluso si nos comparamos con la terrible situación actual, en estos 35 años se ha avanzado en igualdad, en renta media, en acceso a la educación, en prosperidad… Pero el modelo sin duda está marchito y no es solo culpa de la depresión económica y ese abismo del paro en el que nos encontramos tras la resaca de la burbuja del ladrillo. Aunque la economía se recupere –si es que tal milagro se produce antes de 2018, que es la fecha que hoy pronostica el FMI para el fin de esta pesadilla–, hay otros problemas que no se van a resolver esperando que se arreglen solos sin más.
La España de las Autonomías es una fórmula agotada, incapaz de encajar ese país de “nacionalidades y regiones” del que habla la Constitución, un eufemismo con el que se quiso emboscar la realidad de un Estado plurinacional. La monarquía está tocada. No es solo por el talonmanista Urdangarin: también se ha roto el tabú sobre la figura del rey y hasta se habla de sus negocios y sus “amigas entrañables” en horario de máxima audiencia en televisión. El sistema bipartidista hace agua: nunca antes los dos grandes partidos han estado tan cuestionados ni ha sido tan baja su imagen en las encuestas. Solo un político recibe un suspenso mayor que el presidente del Gobierno peor valorado de la historia de la democracia: su supuesta alternativa, el líder de la oposición.
La corrupción dinamita la credibilidad de todas las instituciones, desde el Ejecutivo, hasta la Casa Real, hasta el Poder Judicial. Y los recortes, que imponen organismos por encima de nuestros ámbitos de soberanía –por encima del propio Parlamento–, están debilitando un Estado del bienestar español que aún estaba por terminar. La combinación de todos estos factores crea una enorme falla ciudadana; un divorcio que gestiona un Gobierno con una sólida mayoría absoluta en el Congreso, pero con un menguante apoyo social.
Sin duda estamos ante un cambio de régimen. Si esto fuese Francia, pasaríamos de la cuarta a la quinta República. Como esto es España, el resultado es más difícil de pronosticar. ¿Un estallido social violento? Parece improbable. Como argumenta Nicolás Sartorius, España es un país vacunado contra la violencia por los históricos fracasos de todos los intentos de lucha armada del pasado siglo: ETA, el maquis antifranquista o el terrorismo anarquista. ¿Un nuevo liderazgo político? No se vislumbra, aunque casi mejor que no aparezca si la solución es un Berlusconi español. ¿Una regeneración en los grandes partidos? Llegará, más tarde o más temprano, pero probablemente solo con eso no bastará.
De una manera u otra, la situación es tan insostenible que solo puede cambiar. Los años de la crisis van a ser el catalizador de un nuevo régimen, de un nuevo acuerdo social. Al igual que el periodo 1979-1982 configuró unas estructuras políticas, económicas, mediáticas y culturales que han sido hegemónicas durante las siguientes tres décadas, la actual gran recesión española acabará transformando el país, aún no sabemos si por reforma o por ruptura.
La única certeza del nuevo régimen es una palabra: democracia. Nadie pide otra cosa. Otra democracia mejor, más transparente, más avanzada, más participativa y más limpia. Las encuestas demuestran (ver infografía en página 70) que el apoyo a la democracia ha crecido en estos 35 años. Sin embargo, la palabra democracia no significa lo mismo para toda la sociedad. No todos la ven igual. Los estudios del CIS demuestran que para las personas de mayor edad, democracia equivale a prosperidad económica. Ligan el concepto a lo material, y están dispuestos a aceptar cierto nivel de corrupción o de injusticia si a cambio se garantiza el bienestar. Es la democracia del régimen de la Transición. Sin embargo, para los jóvenes, democracia es algo relacionado con los valores: con la participación, con el respeto, con ser escuchados, con la justicia, con la honestidad... Es algo sentimental, tal vez utópico. Pero si algo demuestra la historia es que los jóvenes, a la larga, siempre tienen todas las cartas para ganar.
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Ignacio Escolar
Ignacio Escolar es periodista. Es el director deeldiario.es. Fundador y primer director de Público. Autor de escolar.net. Analista político en radio y televisión: en Hoy por Hoy de la Cadena SER o en Las Mañanas de Cuatro. Más enwww.escolar.net/about.
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Soy un Político Miliciano. Daniel Ordás y la Democracia directa.
Muchas veces he afirmado que para salir de esta situación hay que echar a los políticos que están en el poder y lo han hecho mal, y poner a otros nuevos. De alguna manera eso también implica echar a los partidos políticos antiguos y poner a otros nuevos. Pero si los nuevos partidos o los nuevos políticos que dentro de poco nos representen a los españoles siguen haciendo lo mismo que hacían los anteriores, no habremos resuelto el problema. Por eso tenemos que aspirar a llevar a cabo una profunda reforma, una verdadera Regeneración de nuestra Democracia.
Mi abuelo me enseñó que para elegir bien una profesión una de las mejores cosas que se podía hacer era preguntar a quienes llevaban tiempo en ella o había ejercido ya ese trabajo, y averiguar si se sentían satisfechos, si habían sido felices y se habían realizado. Es una buena idea la de aprovechar las experiencias positivas de otros (y la antítesis de escarmentar en cabeza ajena) y es muy útil para muchas cosas en la vida. Podría elogiar mucho a mi abuelo, el Dr. Isidro Puebla, que era un médico modesto y genial (elegí mi profesión gracias a él, y llevo ejerciéndola ya 30 años, y estoy encantado), pero sólo añadiré que con frecuencia nos hablaba de Suiza con admiración y sana envidia: consideraba a ese País el mejor del mundo; y soñaba con que España algún día pudiera ser como Suiza. Traigo aquí su memoria para introducir este artículo en el que voy a escribir de alguien y de algo que he descubierto estos días.
El miércoles me avisó mi mujer de que estaba convocada una conferencia en la Casa del Libro, con el atractivo título de “Democracia directa”. El evento lo organizaba el movimiento 15M de Vigo. Me animé a ir.
Y allí conocí a un personaje singular, al que ahora admiro. Fue un descubrimiento, uno de esos encuentros que todos tenemos que nos deja la sensación de que va a condicionar nuestro futuro. Y creo que ese personaje puede ser vital para que logremos esa Regeneración de la Democracia que muchos queremos para nuestro País, y por la que ya trabajamos aún sin saber muy bien cómo será el resultado. Y lo de mi abuelo viene a cuento porque Daniel Ordás (así se llama el individuo) es Suizo (aunque de familia asturiana emigrada allí), y está empeñado en explicarnos cómo es la gratificante y enriquecedora experiencia democrática que llevan años viviendo en Suiza, y en convencernos de que podemos trasladarla (adaptándola y mejorándola) a nuestra realidad española. Y creo que el susodicho está bastante capacitado para lograr los objetivos que se ha propuesto.
Daniel Ordás vive en Basilea y ejerce de abogado en varios bufetes de Suiza; además es político en el partido socialdemócrata de ese País (ver perfil). Saltó a esta palestra a raíz de ser entrevistado por Jordi Évole en el programa Salvados de la Sexta, en un capítulo titulado Ciudadano Klinex (de usar y tirar), sobre la democracia participativa, en el que se comparaba la realidad Suiza con la penosa situación que sufrimos en España.
Aquel programa dejó con la boca abierta a más de uno. Le llovieron preguntas y propuestas a Daniel Ordás, que por sus orígenes familiares y sus estrechas relaciones con España conoce muy bien nuestra situación. Y entonces decidió embarcarse en un proyecto que de momento se ha plasmado en un libro, titulado “España se merece… Democracia Directa.”que está promocionando (me lo compré esa misma tarde, ya me lo he leído, y ya lo estoy trabajando). Y está a punto de sacar otro, que entiendo será una especie de manifiesto con propuestas para avanzar en la consecución de una democracia tan buena o mejor que la de la Confederación Helvética, y que lleva el título de “Reforma 13”.
Ordás pretende que cambiemos la forma de hacer política: que apliquemos una Democracia Directa, donde los ciudadanos se saben “la autoridad” y los políticos son “sus empleados”; donde se gobierna con entendimiento y colaboración (el Gobierno suizo es colegiado, y está formado por ministros de 5 partidos, y no hay un Presidente del Gobierno), nadie impone su programa, y los políticos son elegidos por listas abiertas (y renovados no en función de sus promesas, sino de cómo lo hacen). Y allí se cuidan muy mucho de promulgar leyes injustas o contrarias a la voluntad de la mayoría, porque cualquier comité, asociación o partido puede proponer un referéndum que ratifique, derogue o exija modificar cualquier ley; y se votan iniciativas populares cada 3 meses; y nadie hace manifestaciones contra el Gobierno, porque saben que las decisiones importantes las han tomado entre todos (y todos aceptan el resultado); y allí los políticos (salvo excepciones) son lo que se llama Políticos Milicianos: gente que tiene su trabajo y que además hace política, con una dedicación de entre el 15 y el 30% de su tiempo a nivel municipal o cantonal; y a nivel federal los 200 Diputados Nacionales son los que más se dedican a la política: le dedican el 50% de su tiempo, y el otro 50% a su trabajo habitual; cobran sólo dietas, y tienen limitados sus mandatos.
Aplican el principio de subsidiariedad: las competencias que pueden asumir los Municipios no llega a los Cantones (que equivalen a las autonomías), y lo que gobiernan los Cantones no es regulado por el Gobierno Federal.
Ordás también considera que en España es imprescindible una reforma de la Constitución (allí la reforman con mucha frecuencia , siempre por referéndum), del Senado y de la Ley Electoral: y defiende que aparte de la distribución provincial habría que establecer "escaños compensatorios" según el total nacional de votos (y en su charla citó que esa reforma beneficiaría justamente a IU y a UPyD).
El libro de Ordás tiene un agradable formato de diálogo en el que él, en cuanto suizo experto en la democracia helvética, es entrevistado por su alter ego español, que se asombra de cómo funciona Suiza, y duda mucho de que todo eso se puede aplicar en España. Pero la fuerza del convencimiento de que eso es posible empapa al lector, y el libro también trasmite bastante entusiasmo.
Yo espero que cada vez más gente, de todos los partidos e ideologías, sin pensar que lo que dice Daniel Ordás es dogma de fe o verdad absoluta, aprendamos del País en el que a mi abuelo le hubiera gustado vivir, y reconstruyamos nuestra democracia en esa dirección, para que las futuras generaciones de españoles puedan vivir sin tener que envidiar en nada el régimen social y político de Suiza.
Al terminar la presentación pude hablar un rato con Daniel Ordás, quien me dedicó un ejemplar de su libro declarándome “político miliciano”. Inicialmente me sonaba muy mal esa expresión, pero ahora la voy entendiendo: el concepto de miliciano se aplica, como primera acepción, a aquellos ciudadanos que en caso de conflicto (como la actual crisis) se dedican llenos de entusiasmo al servicio de la sociedad (o de la patria) ayudando al ejército profesional, pero sin ser ni convertirse en militares; cada uno tiene su propio trabajo, y después del periodo en que ejercen como milicianos (en el que a veces sirven al ejército del País en tareas relacionadas con su propia profesión) vuelven cada uno a su trabajo.
Mucho tienen que cambiar las cosas para que todas estas propuestas (que animo a conocer) se lleven a cabo en España; pero ahora estoy convencido de que hasta que no consigamos una Democracia Directa de ese estilo, de poco servirá quitar a unos políticos para poner a otros, incluso aunque éstos sean de UPyD.
Porque para hacer las reformas del sistema y de la Constitución que hay que llevar a cabo es necesario un amplio consenso de la mayoría de los nuevos políticos y partidos que representen las muy distintas ideologías e intereses de todos los ciudadanos españoles.
Una buena medida que propongo sería que a partir de ahora los ciudadanos sólo votemos a políticos (del partido que sea) que se comprometan a, una vez elegidos, desarrollar esa Democracia directa.
Quedamos a la espera de lo que nos diga Ordás en el proyecto que está a punto de lanzar: "Reforma 13".
De momento, aquí me tienen ustedes, recientemente bautizado como “Político Miliciano”, dispuesto a trabajar por conseguir el sueño de mi abuelo y una verdadera democracia, cuyos fundamentos pueden encontrarse en el libro de Daniel Ordás a quien, además de ofrecerle mi colaboración personal, le felicito y le doy las gracias por lo que está haciendo.
El cartel anunciador del acto en el que conocí a Daniel Ordás.
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